viernes, 24 de diciembre de 2010

sábado, 18 de diciembre de 2010

Siguiente estación.

 

El tren paró, se abrieron las puertas y por ellas salieron el chino y la pareja de sudamericanos. Nadie entró.

Por algún mecanismo extraño de mi mente, asocié la escena con la muerte. Nunca he tenido reparos a hablar de la muerte, mi relación con ella es como la de un vecino que a pesar de no conocerlo, no te cae bien. Pero que sabes que tarde o temprano os encontrareis en el ascensor y te tocará comentar con el, el frío que hace para la época en que estamos.

De verdad, no estoy seguro de que haya algo una vez que nos morimos. intento evadirme de mi educación en un colegio cristiano y de mis incursiones en otras religiones para pensar con la fría mente lógica, como viendo el universo por televisión

Echo la vista atrás y viendo como la ciencia ha quitado a lo largo de la historia los ropajes mágicos a lo desconocido. no puedo evitar pensar que tarde o temprano sucederá lo mismo con la muerte y lo que nos sucede después. Quizás un día se descubra, que unas partículas esenciales aún no descubiertas, que pueden viajar entre dimensiones, son poseedoras de ciertas propiedades que asociadas a un cerebro, desarrollan una conciencia al ser atraídas por una fuerza (que llamaremos  “J” ). Fuerza que es desarrollada por un ovulo al ser fertilizado.  Y son lo que ahora llamamos alma. Estas partículas al morir el cuerpo son de nuevo liberadas hasta ser atraídas por un nuevo ovulo.

Hay que pensar que hace tan solo 300 años se atribuía a los demonios la fiebre.

Monty Pithon. El sentido de la vida. “La muerte”

La pregunta es si seguiré siendo yo?

La respuesta lógica es no.

El yo (al que me refiero: recuerdos sentimientos, inteligencia…) se debe componer exclusivamente de funciones cerebrales. Es sencillo intuirlo porque… (En este momento se sentó a mi lado la chica con rastas y me sonrió. Por un momento perdí el hilo de mis pensamientos…) Como iba diciendo, es sencillo intuirlo porque los recuerdos los perdemos, los sentimientos cambian constantemente, y la inteligencia se desarrolla. E incluso se puede perder con una lesión cerebral ,al igual que los antes citados atributos .

A veces no se si deseamos más que haya otra vida por nosotros, o por la gente que queremos y se ha ido.

De igual manera pienso que si al morir conservamos parte de la conciencia, en lo último que pensaremos es en “Mira Pepe, tocándole el culo a mi mujer…” o “Voy a mover ese candelabro, que van a flipar”. Estoy seguro que se te abren unas experiencias que requieren toda nuestra atención. Algo así como “¿Que era, acercarse o alejarse de la luz?…” o “mira tu que bien, ya no me duelen los riñones” o “¿a donde voy?…”

Todas las religiones intentan calmarnos. cada una se ha inventado un camino, una suerte de castigos y recompensas, y un reglamento para conseguirlas.

¿Como fue que alguien por vez primera pensó en que podría haber un más allá? Intento imaginar a la persona que ideó esa estructura en la existencia de los hombres. quizás por analogía con lo que tenía delante. El sol que nace y muere, la naturaleza que aparentemente muere en invierno para renacer en primavera… Pues el tío se ha lucido.

El tren se volvió a parar y subieron dos chicas muy jóvenes vestidas de fiesta. llevaban unos tacones vertiginosos a los que sin duda les costaba adaptarse ya que andaban como velociraptores. Reían y comentaban algo sobre alguien del que se acababan de despedir. Volví a mirar a la chica de las rastas que seguía sonriendo. A lo mejor en una vida anterior fuimos novios…

jueves, 16 de diciembre de 2010

Reflexiones en el metro.

 

Las puertas se abrieron y alguien con mas prisa que yo me empujó al interior del vagón. Por suerte había un sitio libre y me senté. Miré a mi alrededor, para hacer inventario de mis compañeros de viaje y conté una pareja de sudamericanos, un chino bastante mayor que se frotaba las manos como para quitarse algo, un negro pulcro y correctamente vestido, aunque con ropa que sin duda le había vendido algún familiar del chino que tenía enfrente, un poco mas allá había una chica con rastas, vestida como a retales. No pude evitar fijarme en la variedad de razas que había en el vagón. Yo, un calvo de 1,80 metros de estatura sin duda natural de Madrid completaba el cuadro. Me fijé en el chino. ¿Porqué dirán que son amarillos? me fijé bien y su color no se diferenciaba casi nada de el de la chica con rastas, que sobre el papel se supone que es blanca, pero yo la veía de un color mas bien beige… Me miré las manos para asegurarme y en efecto, de blanco nada. soy de un color marroncillo claro. Inmediatamente miré hacia el negro y ¡Oh sorpresa! tampoco es negro sino marrón. algo así como caoba.

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Los sudamericanos también eran de color marrón, pero algo mas claro, aunque haciendo un esfuerzo de imaginación intercambié los colores de la piel del negro y los sudamericanos en mi mente y cuadraba bastante bien. También intercambié con el mismo proceso los colores del chino y la chica con rastas y no hallé ninguna diferencia. Para rizar mas el rizo (Expresión que resulta curiosa viniendo de alguien que no se peina hace 25 años) Intercambié colores entre el chino y el negro, y digamos que el chino parecía recién salido del Marbella club en agosto y el negro un zombi de película de serie B.

¿Quien se habrá inventado esas convenciones sobre los colores de la piel?  A lo mejor fue algún  cronista viajero que la primera población china que vio fue un poblado birmano con epidemia de hepatitis, o Algún explorador africano que vio furtivamente a bosquimanos de noche…

Lo que no me queda del todo claro es porque somos blancos… Me sigo mirando las manos y sin duda son beige…