Mi muy respetado amigo y maestro Luis Arfuch, me ha recordado un pasaje de la historia muy apropiado:
"¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?", preguntó Marco Tulio Cicerón al senador Lucio Sergio Catilina el 8 de noviembre del año 63 a.C. en Roma. Agarrado en actitudes criminales, Catilina se niega a renunciar a su cargo.
Cicerón, orador eminente, respetado por su conducta ética en la política y en la vida personal, puso en su boca la indignación popular: "¿Por cuánto tiempo más todavía se va a burlar de nosotros esa locura tuya? ¿A qué extremos va a llegar tu audacia sin freno? Ni la guardia del Palatino, ni la ronda nocturna de la ciudad, ni el temor del pueblo, ni la afluencia de todos los hombres de bien, ni este local tan protegido para reunirse el Senado, ni la mirada y el aspecto de estos senadores, ¿nada de eso ha conseguido perturbarte? ¿No sientes que tus planes están a la vista de todos?"
"¡Oh tiempos, oh costumbres!", exclamó Cicerón movido por su atormentada perplejidad ante la insensibilidad del acusado. "¿Qué vas a esperar todavía, Catilina, si ni la noche con sus tinieblas puede mantener ocultas tus criminales confabulaciones; ni una casa particular puede contener, a pesar de sus paredes, los secretos de tu conspiración; si todo sale a la luz del día, si todo aparece en público?"
A que os da la impresión de que ya habéis visto esta película...